Si hablamos sobre El viaje de Chihiro (Sen to Chihiro no kamikakushi / 千と千尋の神隠し) lo normal es que la mayoría de nosotros la conozcamos desde la perspectiva inocente del espectador cargado de palomitas; un simple e ingenuo anime con una interesante trama de aventuras fantásticas.
Sin embargo, si prestamos un poco de atención nos veremos sorprendidos por una vibrante simbología oculta que nos hará pensar ¿dónde empieza la realidad que concebimos como nuestra y donde acaba el mundo mágico que impregna cada rincón del Japón más desconocido?
En la película, Hayao Miyazaki nos guía sin que lleguemos a ser conscientes a través del imaginario colectivo japonés. Este viaje lleva la marca Ghibli como bandera, un mundo cargado de situaciones y personajes concebidos por la brillante imaginación de su autor.
Al crear esta fábula, Miyazaki hace que desfilen ante nuestros ojos una rica y variada selección de personajes basados en la mitología popular japonesa. Incluso hoy, esta impregna con sus costumbres, mitos y leyendas el quehacer diario y la vida del pueblo nipón.
Teniendo esto en cuenta, toda la obra gira alrededor de un concepto mágico sacado de la producción mitológica japonesa, dicha idea es la desaparición de una persona propiciada por un ente sobrenatural (Kamikakushi/神隠し). Es este concepto el que sirve de hilo conductor, quedando patente tanto en el título original de la película (Sen to Chihiro no kamikakushi) como en el desarrollo del argumento.
Sólo con prestar atención, podremos sumergirnos en una sociedad poseedora de un exuberante folclore marcado por dioses (Kami /神), demonios (Oni/鬼) e infinidad de fantasmas (Youkai/妖怪), duendes y fenómenos sobrenaturales (que encuentran su repercusión más o menos directa en El viaje de Chihiro).
Para poder seguir este misticismo escondido del que hablamos, se pueden buscar diversas claves como:
- Animales encantados (los que representan un mundo mágico y terrible, fruto de la naturaleza indómita de Japón que envuelve la cotidianidad del todo)
- El misticismo de las palabras (dado que el espíritu y fuerza de los Kami residen en las palabras –Kotodama-, en el largometraje se remarca la importancia de preservar el nombre de cada individuo, como parte intrínseca de la esencia de cada uno)
- Pasadizos mágicos (sueños, pozos, bosques, cabañas, etc. que transportan al individuo al mundo de los dioses)
- Personajes sometidos a algunos de los esquemas mitológicos universales (como pérdida-búsqueda, personaje que repara injusticias y salva el mundo, personajes duplicados, etc.)
Simplemente, con morder por un instante la esencia de esta obra, entenderemos por qué nos arrastra a lo largo de sentimientos e ideas que por ser distintas o quizás por demasiado similares nos resultan tan seductoras.
Todas las culturas poseemos una serie de mundos imaginarios donde refugiarnos de nuestra realidad; quizás nosotros, al igual que Chihiro en más de una ocasión, nos hayamos cansado de repetir:
“(…) estoy soñando, estoy soñando… vamos, despierta!!!!”
Por eso, sólo hay que seguir el camino de baldosas amarillas que Miyazaki nos descubre y por el que corre ávido el escurridizo conejo, cargando con el pesado reloj que marca el ritmo de este singular universo.