Mahoko Yoshimoto (Tokio, 1964), más conocida por el seudónimo artístico de Banana Yoshimoto, es una reconocida novelista japonesa contemporánea, hija del poeta y filósofo Takaaki Yoshimoto y galardonada con numerosos premios nacionales e internacionales, como el Newcomer Writers Prize o el Premio Scanno de Italia.
A pesar de esto, es posible y del todo razonable que no hayamos oído hablar de ella hasta el boom “murakaniano”, algo de lo que no debemos avergonzarnos, muy al contrario, pues el descubrimiento de nuevos universos es siempre motivo de satisfacción, y más si se trata de un universo literario tan fascinante como el actual de las letras japonesas.
Murakami y Yoshimoto, comparten, además de la fama internacional, muchos otros aspectos. El primero de ellos quizá sea la disparidad de la crítica, divida entre los seguidores acérrimos y los que tildan su obra de superficial, provocativa (en el sentido “vacío” del concepto) y globalizada.
Y es posible que todo ello sea verdad y también mentira; cosas de las dicotomías japonesas.
“Podría pensarse que era algo extraordinario, pero también podría pensarse que era algo sin importancia. Y que era un milagro y, también, que era algo natural.”*
Su obra más conocida, Kitchen, está publicada en español junto al primer relato corto de la autora: Moonlight Shadow, que sin embargo dista mucho del primero en tono y profundidad.
En Kitchen nos encontramos con el componente globalizador ya desde el título original (キッチン), préstamo del inglés que va ganando terreno al tradicional japonés de “daidokoro” (cocina). Pero sin duda, el más claro símbolo de occidentalización es el enorme sofá que preside la casa de los Tanabe, y en el cual duerme Mikage, la protagonista de la obra.
Mikage es una joven que, tras la muerte de su abuela, vuelca sus sentimientos de soledad en un espacio cotidiano concreto: la cocina.
“Solo estamos la cocina y yo. Pero creo que es mejor que pensar que en este mundo estoy yo sola.”
Mikage es “rescatada” de esta orfandad por la familia Tanabe, compuesta por Yuichi, un chico amable pero distante; y Eriko, su madre, que antes fue su padre. Un ambiente que quizás podría calificarse de “provocativo” si lo comparamos con el esquema de una familia tradicional, pero que, al fin y al cabo, no deja de cumplir los roles de esta en cuanto a inculcación de valores sociales y morales.
Los personajes sufren la soledad y su principal consecuencia, que es el ser conscientes de sí mismos, o en otras palabras, de la barrera que los separa de esa pluralidad llamada “sociedad”. Atraviesan un oscuro y largo proceso de duelo donde lo real, lo onírico y lo no consciente se mezclan, dando lugar a atmósferas imprecisas pero muy sensitivas. El frío de la noche, el zumbido de una nevera o el calor de una taza de té, impregnan las palabras de Yoshimoto, que no narra una historia, sino un sentimiento, una lucha por sobreponerse a él y avanzar pese a las circunstancias.
“Cada uno está hecho para vivir su propia vida. La felicidad es vivir sintiendo, lo menos posible, que el hombre, en realidad, está solo.”
*Todas las citas del texto pertenecen a B.YOSHIMOTO, Kitchen.